Cuando en lo referente al mundo del interiorismo, oímos hablar del mimbre o el ratán, solemos pensar casi de forma inconsciente en muebles de terraza o jardín, donde hay vida más allá de los muebles de teca, o como máximo en mobiliario de interior de gama baja. ¡Nada más lejos de la realidad! Ambos materiales nos ofrecen muchas más posibilidades que el ya conocido mobiliario de exterior, y ni mucho menos tiene por qué ser sinónimo de mala calidad en la decoración de interiores. Todo lo contrario. El mimbre y el ratán están cada vez más solicitados, incluso para la decoración de ambientes de alto diseño.
Pero... ¿qué diferencia a uno y otro? Al contrario de lo que muchos tendemos a creer, y a pesar de que visualmente pueden resultar muy parecidos, no son exactamente lo mismo. El ratán es una enredadera que procede del Lejano Oriente, alcanzando en algunos casos cientos de metros de longitud. Pese a su aspecto frágil, es una de las maderas más fuertes que existen, al contar con un núcleo muy duro (más incluso que el del bambú), lo que lo hace muy resistente a los golpes, a la humedad y a las inclemencias meteorológicas (de ahí que sea tan usado en exterior). Además, sus propiedades le permiten hacer muebles de una sola pieza, sin necesidad de juntas ni uniones.
Por su parte, el mimbre viene de un arbusto que crece en muchos países, es mucho más ligero que el ratán, e incluso más flexible si cabe. Asimismo, admite muy bien el empleo de barniz o pintura, lo que aumenta sus opciones de uso.
Aclarado esto, volvamos a las posibilidades que ofrecen a nivel decorativo. De un tiempo a esta parte, con el auge del estilo vintage, retro, escandinavo y ecléctico, entre otros, ha crecido también el uso de ambos materiales para la decoración de salones, recibidores o dormitorios. E insistimos, no solo en ambientaciones rústicas, sino también en decoraciones de alta gama. De hecho, son materiales que se han revalorizado notablemente en los últimos tiempos.
Los muebles de rattán o mimbre están generalmente acabados en tonos cálidos (colores naturales, marrones o beige), sin rehuir de otros más llamativos en ocasiones en las que queramos resaltar un determinado elemento con un toque de color. Es el caso, por ejemplo, de las clásicas sillas cruceta, que, si bien suelen conservar el color natural del ratán en su asiento, pueden presentar un amplio abanico de colores en el resto de la estructura (blanco, rojo, verde, azul...), dando lugar a preciosos resultados en comedores en los que incluso se combinan piezas de distintas tonalidades.
También es cada vez más frecuente la presencia de mesitas auxiliares de mimbre en la sala de estar, e incluso de estanterías de mimbre en cualquier zona de la casa, culminadas, eso sí, con tapas o baldas de vidrio o cristal transparente que le den homogeneidad a la hora de apoyar sin problemas cualquier objeto sobre ellas. Y no vamos a ser nosotros los que descubramos ahora las cestas de mimbre y ratán, muy usadas tanto para depositar la ropa sucia y hacer la colada, como con fines puramente decorativos, colocando por ejemplo un cesto en un lugar estratégico, como puede ser la balda inferior de una mesa de centro o de una consola de entrada.
Y sí, también y sobre todo se usan estos materiales para el diseño de muebles de exterior. A estas alturas ya son todo un clásico los conjuntos de mesas y sillas o sofás de ratán, perfectos para crear nuestras particulares zonas chill-out, así como las sillones colgantes o balancines, que pueden estar fabricados en ratán natural o incluso en ratán sintético, una opción cada vez más manida por resultar mucho más económica y de mantenimiento más sencillo (prácticamente nulo).